Apretás la mandíbula; estás nervioso, temeroso por lo que yo vaya a responder a la pregunta que todavía no formulaste, pero que curiosamente sé.
Tus ojos miran al suelo y luego a los míos. Me estudian, me escrutan para encontrarme; mis ojos, apagados y sin vida, mis ojos que sólo encontraron su lugar en los tuyos, que encajan allí como una pieza de rompecabezas en otra que estuvo perdida mucho tiempo.
Tu boca se abre y me preparo para tu lado inquisitivo que jamás tendrá suficiente.
Siempre vos, siempre éstas vos ahí preguntándome cosas con respuestas imposibles, aprovechándote de mi ignorancia e inocencia en el amor. Mi cabeza trabaja a la velocidad de la luz, va y viene, viene y va intentando liberar al exterior unas pocas palabras que valgan para saciar tu inquisición. Intentando expresar todo lo que pienso... Porque tengo la respuesta, pero no la que querés oír.
¿Cómo... Cómo decirte? ¿Cómo explicarte, como lanzar despedido hacia el mundo mis enredados pensamientos que se superponen los unos a los otros? ¿Como, simplemente cómo?
Cómo te digo lo que significas para mi en esta vida, cómo te agradezco haber llegado a mi y convertirte en algo tan importante.
Cómo te explico en pocas palabras que mi estómago se contrae y se revuelve y hace piruetas entre mis entrañas cada vez que tu piel roza la mía.
Y cómo te explico lo que siento cada vez que tus brazos, por excelencia mas fuertes que los míos, me envuelven y me llevan adónde quieren.
Cómo, cada vez que tus labios se cruzan en el camino de los míos y mi cabeza se vuelve un torbellino de pensamientos para nada adecuados, pensamientos que te alimentan a vos también en esos fugaces y a la vez, eternos momentos.
O cuando a raíz de nuestras bocas, se produce otro encuentro entre tu cuerpo y el mío, y mis brazos pasan a ser parte de los tuyos, y estamos tan pegados que somos uno, como una fusión indebida y repentina de dos almas gemelas.
Cómo te digo ahora, en este momento en el que tus ojos infranqueablemente celestes taladran los míos. Y qué rabia me da, porque tus ojos son mi altar, mi creencia y mi mejor religión, y aún no los entiendo. Decime, ¿como es posible que parezcan tan frágiles y sean tan blindados; por qué yo no puedo sacarte una palabra a la fuerza y vos me lees como un libro?
Me rindo ante ellos, ante el mar que tenes en la mirada.
Si, son un mar. Salvajes, arrastran todo a su paso, sin piedad, pero tan azules y hermosos que provocan que todas se sumerjan en ellos.
Una trampa mortal.
Quise decir tanto, "Nunca, ni dentro de un millón de años, vas a entender en cuántas formas te amo. Miles de formas. Miles de minúsculas formas. Por eso, no tengo respuesta para tu pregunta. No te amo más que vos a mí, porque son formas diferentes de amar. Y te prometo que eso no significa que te quiera menos. Quisiera que estés en mi mente y puedas entender cómo y cuánto te amo, pero en este momento sólo puedo responder la realidad y depende de vos creerme o no. Pero, si querés una respuesta simple a tu pregunta..."
"Sí", fue lo único que salió de mi boca.
Sonreís, pero no estás satisfecho. Pero me consuela saber que a vos esto te consuela por un tiempo, por lo menos hasta encontrar otra forma de expresarte lo que pienso.
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